Hallan rastros del Big Bang
Hace alrededor de 13.800 millones de años el Universo que
habitamos surgió tras un violento estallido que dejó un plasma denso y
extremadamente caliente que comenzaba a expandirse y a enfriarse en un proceso
que ha durado hasta la actualidad. En la primerísima fracción de tiempo tras el
Big Bang el Cosmos creció de forma exponencial -cuya curva de velocidad de
expansión crece a medida que pasa el tiempo dando lugar a una curva con una
pendiente cada vez mayor-. O, al menos, eso decía la llamada Teoría de la
Inflación Cósmica enunciada a finales de los años 70 por el físico Alan Guth,
del Massachusetts Institute of Technology. Según sus propios colegas, hasta el
propio Guth ya empezaba a dudar de que fuese posible algún día demostrar su
propuesta. Pero ha tenido «suerte», como declaró él mismo a The New York Times.
Lo que ha conseguido este equipo de astrónomos es alcanzar
con su potente telescopio situado en el Polo Sur el primer instante
infinitesimal del tiempo cósmico, el primer indicio, la pistola humeante que
prueba la aparición del Universo en forma de violenta explosión cuando el
Cosmos recién nacido apenas tenía la trillonésima parte de una trillonésima
parte de un segundo de antigüedad y crecía de una forma enloquecida
multiplicando su tamaño a cada mínima fracción de tiempo que pasaba.
En una esperada conferencia de prensa que presagiaba uno de
los hallazgos más importantes de la ciencia moderna, los investigadores del
telescopio BICEP2, una compleja instalación construida para responder algunas
de las mayores incógnitas de la Astrofísica actual, confirmaron ayer el
hallazgo de la primera evidencia directa de la expansión acelerada del Universo
que sucedió tras la gran explosión que dio lugar al Cosmos.
«Detectar estas señales es uno de los logros más importantes
de la Cosmología actual», aseguró John Kovac, investigador del Centro de
Astrofísica Harvard-Smithsonian y líder del numeroso grupo de investigadores
que trabaja en BICEP2. Este observatorio polar está dedicado a la detección de
la radiación cósmica, una reliquia del Big Bang descubierta en los años 60 por
casualidad por Penzias y Wilson mientras trabajaban en una nueva antena para
los Laboratorios Bell.
Esta radiación cósmica de fondo es muy débil, pero impregna
todo el Universo. El problema es que no es uniforme, sino que, al igual que la
luz, está polarizada por las interacciones con electrones y átomos en el
espacio. Los modelos informáticos ya predecían un patrón ondulado para esta
radiación, lo que encajaba a la perfección con la que podría haber durante el
periodo de expansión acelerada del Universo tras el Big Bang. El equipo de
Kovak no sólo ha encontrado este patrón de ondas, sino que también ha
demostrado que es mucho más fuerte de lo que se pensaba hasta ahora.
Las señales halladas por el observatorio polar son en
concreto las primeras imágenes jamás tomadas de ondas gravitacionales, una de
las predicciones clave -aunque escurridiza- realizadas por Albert Einstein en
su Teoría General de la Relatividad. Los propios expertos han bautizado estas
ondas como «los primeros temblores del Big Bang».
El concepto espacio-tiempo, el modelo matemático que combina
ambas variables como dos conceptos inseparables, ha llegado hasta el uso
cotidiano en los colegios e institutos de todo el mundo de la mano precisamente
de la Teoría de la Relatividad. Pero en ese concepto aparentemente tan sencillo
se desarrollan todos los eventos físicos del Universo, y precisa de los
enunciados de Einstein, pero también de otras teorías físicas.
Según un comunicado emitido por el Centro de Astrofísica
Harvard-Smithsonian, los datos aportados por el equipo dirigido por John Kovak
en un paper publicado ayer en la web del proyecto -pero que aún debe ser
enviado a una revista científica que lo someta a la revisión de los expertos-
confirman una conexión profunda entre la mecánica cuántica y la relatividad
general. Se trata para muchos astrofísicos del Santo Grial de su campo de
estudio. Es la imagen de las ondas de la fábrica del espacio-tiempo, de los
ecos de la expansión masiva del Universo instantes después de su formación.
Según los astrofísicos y físicos teóricos, el hallazgo aún
se tiene que corroborar con otras investigaciones complementarias. Pero, de
confirmarse, sería un hito en la Historia de la Ciencia comparable al
descubrimiento de la materia oscura o al del propio Big Bang. La demostración
de la propuesta de Guth sobre la expansión acelerada del Universo -ampliada
después por otros científicos- permite pensar en un Cosmos mucho más complejo y
de un tamaño infinitamente mayor en el que caben multitud de otros universos.
En él los miles de millones de galaxias que forman el espacio conocido son tan
sólo una ridícula parte del Cosmos real.
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