Hallan un segundo objeto natural, de pequeño tamaño, orbitando nuestro planeta.
Investigadores de la Universidad de Cornell dicen que lo que conocemos como la Luna no es el único objeto natural que orbita la Tierra, por lo que consideran que hay un segundo satélite natural.
El nuevo trabajo científico titulado “La población de satélites naturales de la tierra”, de los investigadores Mikael Granvik, Jeremie Vaubaillon y Robert Jedicke, de la Universidad de Cornell, señala que estas “lunas secretas” se alejan de la órbita terrestre sin previo aviso.
“En cualquier momento debe haber al menos un satélite natural de la tierra, de 1 metro de diámetro, orbitando nuestro planeta”, escribe Granvik.
Los científicos han confirmado la presencia de al menos "una de esas lunas temporales", la que fue descubierta en Arizona en 2006.
Otra luna. “El resultado de nuestra investigación quedó demostrado con el único planeta natural, captado temporalmente en la órbita de la tierra, el RH120, un objeto de unos pocos metros de diámetro que fue visto por casi un año a partir de junio de 2006”
Teoría del gran impacto
La “teoría del gran impacto”, según la cual un objeto del tamaño de Marte colisionó con la Tierra en la historia temprana del Sistema Solar y los elementos expulsados se unieron para formar la Luna. El estudio sugiere que este gigantesco impacto también creó otro objeto, más pequeño, que en un principio compartía órbita con el satélite, pero que hace alrededor de 4.400 millones de años, mucho antes de que hubiese vida en la Tierra, cayó sobre ésta, que quedó cubierta de un lado por una capa de corteza sólida de kilómetros de espesor.
Esto explicaría por qué el lado más cercano de la Luna es relativamente bajo y plano, mientras que la topografía de su cara oculta es alta y montañosa, con una corteza más gruesa. “Este estudio concuerda con lo que se conoce acerca de la estabilidad dinámica de este sistema, el proceso de enfriamiento de la Luna, y las edades de las rocas lunares”, afirma el profesor de ciencias terrestres y planetarias en la UCSC, Erik Asphaug.
Para comprobarlo, Asphaug y sus colegas crearon simulaciones por ordenador de un impacto entre la Luna y una compañera tres veces más pequeña para estudiar la dinámica de la colisión y el seguimiento de la evolución y distribución de material lunar.
“En una colisión a baja velocidad, el impacto no forma un cráter y no causa fusión; en cambio, la mayoría de los materiales que chocan se amontonan en el hemisferio afectado formando una gruesa capa de corteza sólida, creando una región montañosa comparable en extensión con las tierras altas lunares del lado oculto”, apuntan.
El modelo también podría explicar las variaciones en la composición de la corteza de la Luna, que está dominada en su lado más cercano por terreno relativamente rico en potasio (K), elementos de tierras raras (RE), y fósforo (P), denominadas rocas KREEP. Estos elementos, así como el uranio y el torio, se concentrarían en el océano de magma que se solidificó bajo la corteza de la Luna. Existen otros modelos para explicar la formación de las montañas lunares, entre ellos uno publicado el año pasado en la revista Science, que sugiere que fueron las fuerzas de la marea, en vez de un impacto, las responsables del grosor de la corteza lunar.
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